BUSTER KEATON Y SU GENIALIDAD - Fernanda Bargach-Mitre

 



 
Mucho más que el comediante de cara triste de la época del cine mudo, Búster Keaton fue un artista integral: director de vanguardia, escritor de gags para Abbot y Costelo y los hermanos Marx, veterano del vaudeville y la cámara de cine, dejó un legado al celuloide mucho más impactante que sus famosas rutinas de baile por las que usualmente es recordado. Criado en el vaudeville, entre actos, chalupas y enormes ropajes, volando por el aire, aprendiendo a caer correctamente, sin escuela ni hogar fijo, viajando de ciudad en ciudad durante toda su infancia, desarrollando la improvisación ante el error, perfeccionando rutinas y manejando la adrenalina de actuar en vivo desde su niñez, fue el bagaje que le permitió a Buster Keaton, con tan sólo 21 años, aparecer por primera vez ante las cámaras con la soltura de un veterano del cine.

Su ascenso fue rápido y siendo aun muy joven tuvo su propio estudio, donde dirigió , entre 1920 y 1928, 19 cortos y 11 largometrajes, sin limitaciones, dejando volar libremente su enorme talento. Logró plasmar en la pantalla grande la emoción del acto en vivo, quizás porque no usaba guión, ni dobles en sus acrobacias, diseñando increíbles trucos y escenarios por momentos surrealistas.





Cuando la fachada de un edificio se desploma sobre él, dejando pasar su cuerpo por una ventana apenas mayor que su contorno, o cuando se toma de la baranda de un autobús, avanzando varios metros en el aire para soltarse y seguir su rumbo, con la expresión impasible y el sombrero puesto, uno capta la emoción del riesgo, la valentía del actor, su vuelo y sin duda la provocación. Keaton, amante de mecanizar e impactar, planificaba y plasmaba complejos escenarios para sus producciones, y a cualquier costo captaba el realismo. De hecho durante la filmación de ‘The General’ (1927), hubo varios heridos, dentro de los extras que no eran mas que verdaderos soldados contratados para simular la batalla, usando explosivos y material de artillería: un caos que termino en un incendio accidental en medio del set situado en el bosque. En otra oportunidad casi se ahoga cuando se negó a ser doblado en una escena rodada en un río de corrientes peligrosas. La cuerda que lo sostenía se soltó y si hubiese muerto, habría quedado registrado en película ya que los camarógrafos tenían la orden de cortar solo cuando él propio Keaton lo indicaba. Afortunadamente en dicha ocasión, se salvo agarrándose de un tronco.





‘....La historia de una película puedes escribirla en una postal...’ era el lema de Búster, quien dejaba los detalles del guión a sus colaboradores y se concentraba en las acciones, trucos y escenarios. Pare él, la comedia estaba absolutamente ligada al acto físico: era capaz de decirlo todo sin palabras y de hacer reír sin ellas. Casi todos lo recuerdan por la expresión seria de su rostro y la expresividad de sus ojos tristes. Otros recuerdan sus caídas, su comicidad, sus rutinas de baile, pero su versatilidad como director, creador de gags, excelente acróbata y escenógrafo, entre otras virtudes, quedaron aplastadas con la llegada del cine sonoro. No solo el sonido cobró importancia, sino que el guión se convirtió en el protagonista, la clave de las risas y fuente de la comedia. Los trucos y expresiones corporales se convirtieron en accesorios del explicativo verbo, o ‘cosa de payasos de circo’. Se perdió la frescura de la improvisación y el cine se alejo del concepto del vaudeville para convertirse en otra cosa.
 



El cine mudo era lo viejo, lo descartable, fue archivado como parte de la historia, siendo subestimado por largos años. Keaton, quien se había quedado sin su estudio y trabajaba contratado por la M.G.M, llegó a realizar para la naciente compañía, la recordada y aun muda ‘The Cameraman’ (1928). Con el lanzamiento oficial del sonido, La Metro decidió cambiar el perfil de Búster, convirtiéndolo en cada película, en algo que el jamás había sido. Su libertad creativa fue coartada y su talento desperdiciado. Ante tan triste panorama, Keaton cayó en una gradual depresión que lo llevo al alcoholismo y con apenas 37 años, luego de una discusión con Mayer, fue expulsado de la compañía quedando vedado y silenciado dentro de la industria del cine. Recordemos que para esta época los actores contaban con pocos derechos y debían actuar en las películas que el estudio decidiera y si se negaban a hacerlo eran prácticamente eliminados de la pantalla, imposibilitados de trabajar para otro estudio. Muy a pesar de las circunstancias Búster siguió actuando en pequeñas producciones, cortos educativos y comerciales. Recién en 1949, cuando Hollywood decidió hacerle un tributo al cine mudo, nuevamente su trabajo fue reconocido, aunque siempre a la sombra de Chaplin, quien era considerado la estrella y el director por excelencia de ese período de la cinematografía a pesar que Búster Keaton prácticamente lo igualaba en talento mas no en la arrolladora personalidad. En un sótano, de una de sus antiguas casas, fueron encontrados rollos y rollos de películas, que fueron restaurados y exhibidos con gran éxito. En 1959, se le otorgó un Oscar honorífico por haber llevado al cine comedias inmortales, pero a su avanzada edad, pocos estaban interesados en invertir en una película que lo tuviese como protagonista. El resto de su vida lo pasó actuando en proyectos independientes, con la ‘suerte’ que su aporte fue reconocido antes de su muerte en 1966, víctima de cáncer de pulmón. Buster Keaton, fue un creativo integral, con una enorme versatilidad que se ve reflejada en sus films. Fue mucho más que un simple cómico aunque casi todos lo recuerden solo por su particular rostro. Es hora de reconocer sus increíbles dotes de director y creador de gags memorables.

Sin duda, se trata de un artista que vale la pena recordar.

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